Suiza, Portugal y el oro del Tercer Reich
Lluís Cànovas Martí  /  3.10.1996

[ Vegeu també: La segunda guerra mundial ]

El mito de la neutralidad suiza durante la Segunda Guerra Mundial ya había sido puesto en evidencia en 1983 por el profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Lausanne Hans-Ulrich Jost. Demostraba éste, en su obra Nueva historia de Suiza y de los suizos, que las compras de oro efectuadas por el Banco Nacional Suizo (BNS) al Reichsbank entre 1940 y 1945 eran el producto de la rapiña nazi en las reservas de los bancos centrales de los países sometidos a su ocupación y, aunque en mucho menor medida, del robo de los bienes de las víctimas de los campos de exterminio, incluidos los dientes de oro extraídos a los cadáveres: tal conjunto áureo era refundido en lingotes nuevos acuñados con fechas anteriores al comienzo de la contienda, que el Tercer Reich reintroducía como reservas propias en el mercado mundial.
La difusión de aquella investigación causóle a Jost más de un disgusto (y llegó a ser acusado públicamente de «traidor marxista-leninista» por un consejero federal del gobierno), pero cayó finalmente en el olvido. En septiembre de 1996, sin embargo, el caso volvía a la actualidad, y esta vez no iba a caer en saco roto. El Foreign Office británico abundaba el día 10 en los datos anteriores, sacados de los documentos recién desclasificados de sus servicios secretos. Y lo mismo sucedía con los archivos de la CIA estadounidense. Unos y otros proporcionaban abundantes datos que resumía la fórmula «Suiza sirvió de lavandería al oro robado por los nazis».
Se trataba de un tema polémico porque las informaciones sobre las cantidades depositadas en Suiza no coincidían, y el mismo BNS discrepaba de unas y otras: entre 500 y 550 millones de dólares fue el valor del oro comprado en la época (en 1996 equivaldría a 4.600-6.500 millones), pero en 1946 Suiza sólo devolvió a los aliados un 12 % de aquella cantidad. El prestigio y, sobre todo, la honestidad de la banca suiza quedaban en entredicho. Al parecer Alfred Hirs, presidente del BNS en ese tiempo, era un filonazi de profundos sentimientos antisemitas que, al igual que sus colaboradores, estaba al corriente de la procedencia del tesoro nazi, y al respecto el BNS censuró en 1985 un informe interno referido a tales extremos.
Capítulo aparte, aunque íntimamente relacionado con lo anterior, es el caso de las cuentas depositadas por los judíos europeos en la banca suiza. Su número aumentó, a partir de 1933, con la inseguridad que en ellos creó la llegada de Hitler al poder: en 1962 un decreto federal obligó a la banca suiza a devolver 9,5 millones de francos suizos de la época a los titulares o derechohabientes de un millar de cuentas, pero otras seis mil demandas fueron desestimadas. Las acreditaciones sobre la titularidad de cuentas, en muchos casos bajo nombres falsos, y la inexistencia de certificados de defunción, en el caso de los fallecidos en los campos de exterminio, fueron coartadas legales que se esgrimieron para no restituir aquellos capitales a sus legítimos dueños: un hecho que, con los antecedentes señalados, no puede sorprender a nadie.
En 1996 la cuestión estaba apenas en sus comienzos porque el Parlamento suizo aprobó el 30 de septiembre la creación de una comisión investigadora sobre el origen, monto y destino del polémico oro nazi, y sobre los bienes de las víctimas judías del holocausto depositados en la banca suiza. Se estimaba que sus trabajos podrían prolongarse no menos de tres años.

Afegitó: «Cronologia», Anuario 1997 Océano

Domingo, 26 de enero

Lavado ibérico del oro nazi

Las investigaciones que se siguen sobre el destino del oro robado a los judíos y canalizados por el Tercer Reich hacia Suiza permiten determinar que, desde el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, el Banco Nacional Suizo (BNS) utilizó buena parte de esa fortuna en sus transacciones con Portugal
y España, en la época primeros socios comerciales de Suiza. El Banco de Portugal percibió, como pago por las ventas de wolframio, 517 millones de francos suizos de la época a cuenta de los tesoros que habían sido robados a los judíos en Bélgica y Países Bajos. A partir de 1942, ante el temor de una devaluación monetaria, las transacciones fueron realizadas en lingotes de oro. Asimismo, entre junio de 1941 y junio de 1945, el BNS efectuó pagos al Banco de España con oro de idéntica procedencia por un importe total de 187 mi­llones de francos suizos.

[ Vegeu també: La segunda guerra mundial ]

Lluís Cànovas Martí, «Suiza, Portugal y el oro del Tercer Reich»

Escrit per a l'Anuario 1996 Océano, Editorial Océano, Barcelona, 1997