Documents complementaris

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Primer documento hecho público por la Junta Democrática. Declaración de 12 puntos del 29 de julio de 1974.

La Junta Democrática propugna:

  1. La formación de un gobierno provisional que sustituya al actual, para devolver al hombre y a la mujer españoles, mayores de dieciocho años, su plena ciudadanía mediante el reconocimiento legal de todas las libertades, derechos y deberes democráticos.
  2. La amnistía absoluta de todas las responsabilidades por hechos de naturaleza política y la liberación inmediata de todos los detenidos por razones políticas o sindicales.
  3. La legalización de los partidos políticos sin exclusiones.
  4. La libertad sindical, y la restitución al movimiento obrero del patrimonio del Sindicato Vertical.
  5. Los derechos de huelga, de reunión y de manifestación pacífica.
  6. La libertad de prensa, de radio, de opinión y de información objetiva en los medios estatales de comunicación social, especialmente en la televisión.
  7. La independencia y la unidad jurisdiccional de la función judicial.
  8. La neutralidad política y la profesionalidad, exclusivamente militar, para la defensa exterior, de las fuerzas armadas.
  9. El reconocimiento, bajo la unidad del estado español, de la personalidad política de los pueblos catalán, vasco y gallego, y de las comunidades regionales que lo decidan democráticamente.
  10. La separación de la iglesia y el estado.
  11. La celebración de una consulta popular, entre los doce y los dieciocho meses (contados desde el día de la restauración de las libertades democráticas), con todas las garantías de libertad, igualdad de oportunidades e imparcialidad, para elegir la forma definitiva del estado.
  12. La integración de España en las Comunidades Europeas, el respeto a los acuerdos internacionales y el reconocimiento del principio de la coexistencia pacífica internacional.

Fragmentos del testamento político de Franco, leído por Arias Navarro el día de la muerte del dictador, 20 de noviembre de 1975.

Españoles: Al llegar para mí la hora de rendir la vida ante el Altísimo y comparecer ante su inapelable juicio, pido a Dios que me acoja benigno a su presencia, pues quise vivir y morir como católico. En el nombre de Cristo me honro, y ha sido mi voluntad constante ser hijo fiel de la Iglesia, en cuyo seno voy a morir. Pido perdón a todos, como de todo corazón perdono a cuantos se declararon mis enemigos sin que yo los tuviera como tales. Creo y deseo no haber tenido otros que aquellos que lo fueron de España, a la que amo hasta el último momento y a la que prometí servir hasta el último aliento de mi vida, que ya sé próximo.

Quiero agradecer a cuantos han colaborado con entusiasmo, entrega y abnegación en la gran empresa de hacer una España unida, grande y libre. Por el amor que siento por nuestra Patria os pido que perseveréis en la unidad y en la paz y que rodeéis al futuro Rey de España, don Juan Carlos de Borbón, del mismo afecto y lealtad que a mí me habéis brindado, y le prestéis, en todo momento, el mismo apoyo de colaboración que de vosotros he tenido. No olvidéis que los enemigos de España y de la civilización cristiana están alertas. Velad también vosotros, y para ello deponed, frente a los supremos intereses de la Patria y del pueblo español, toda vida personal. No cejéis en alcanzar la justicia social y la cultura para todos los hombres de España, y haced de ello vuestro primordial objetivo. Mantened la unidad de las tierras de España, exaltando la rica multiplicidad de sus regiones como fuente de la fortaleza de la unidad de la Patria.

Quisiera, en mi último momento, unir los nombres de Dios y de España y abrazaros a todos para gritar juntos, por última vez, en los umbrales de mi muerte: ¡Arriba España!¡Viva España!

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Columna de Luis Apostúa en el diario Ya del 19 de noviembre de 1976, tras la aprobación de la Ley de Reforma Política.

Este voto de los procuradores, por un tanteo insospechadamente alto, clausura una primera etapa de la legalidad constitucional basada en una autocracia personal, convoca al pueblo a unas normas electorales, abre la puerta de la legalidad a la izquierda española y marca el comienzo de un período constituyente. En mucha medida ha sido escrito un nuevo capítulo inédito de los tratados políticos, el de cambiar pacíficamente de la dictadura a la democracia, desmintiendo las predicciones catastróficas.

Editorial del diario El Alcázar, voz del “búnker franquista”, del 19 de noviembre de 1976, tras la aprobación de la Ley de Reforma Política.

La clase política alzada hasta la cumbre por la escala institucional del Régimen de Franco, cambia ahora de cordada. La lección que ofrece una larga experiencia histórica, tan antigua como la propia humanidad, es que el traidor no es necesario cuando la traición está hecha.

Adolfo Suárez, presidente del gobierno entre 1976 y 1981, recuerda en 1995 la experiencia de la transición. “Los secretos de la transición a la democracia”, Historia de la democracia (1975-1995. Veinte años de nuestra historia), El Mundo, Madrid, 1996, cap. 9, p. 202.

Al establecer las bases del régimen electoral que debía encauzar la representación política, elegimos para el Congreso de los Diputados el sistema proporcional -con las correcciones que evitan el fraccionamiento excesivo de la representación- en lugar del mayoritario. Queríamos obtener la fotografía más exacta posible del pluralismo polítco existente en la sociedad española. Solo así podíamos elaborar, entre todos, una Constitución que organizase nuestra convivencia civil bajo el imperio de los derechos humanos y las libertades públicas y lograse, en definitiva, la reconciliación de todos los españoles.

Entrevista al teniente general Jaime Miláns del Bosch, capitán general de la
III Región Militar. María Mérida, Mis conversaciones con los generales, Plaza & Janés, Barcelona, 1979.

Objetivamente hablando, el balance de la transición, hasta ahora, no parece presentar un saldo positivo: terrorismo, inseguridad, inflación, crisis económica, paro, pornografía y, sobre todo, crisis de autoridad. Los militares, en general, hemos contemplado la transición con actitud expectante y serena, pero con profunda preocupación.

Sobre el ingreso español en la OTAN. Discurso de investidura del presidente Leopoldo Cavo-Sotelo, 19 de febrero de 1981.

La incorporación de España a la OTAN está vinculada a otros condicionantes de nuestra política exterior, [aunque] el gobierno que aspiro a presidir reafirma su vocación atlántica. [...] No aceptaremos que terceros países intenten coaccionarnos con sus opiniones. Entendemos que se trata de una cuestión a dilucidar entre españoles a través de los mecanismos constitucionalmente establecidos y a discutir con nuestros eventuales aliados. Pero no toleraremos que terceros países, concretamente la Unión Soviética, se arroguen el derecho de vetar la entrada en la OTAN, ni aceptamos, por tanto, las doctrinas de la congelación en sus actuales dimensiones de las alianzas existentes.

Felipe González, jefe de la oposición socialista en el Congreso, rechaza la incorporación de España a la OTAN, 5 de marzo de 1979.

Cualquier gesto destinado a reafirmar la bipolaridad solo puede conducirnos de nuevo a la guerra fría y a acercarnos hacia la posibilidad de una tercera guerra mundial.

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Intervención de Ramon Trías Fargas, diputado de la Minoría Catalana, ante el Congreso de los Diputados, 1978.

Si se crean las autonomías, habrá que reconocerles la parte de soberanía fiscal que les corresponda. Habrá que asumir que los gobiernos autonómicos y locales lleguen a porcentajes del 50% o 60% del total, tanto en recaudación de impuestos como en gasto público. No olvidemos la famosa frase del presidente de la Corte Suprema de Estados Unidos, Marshall: el poder fiscal representa literalmente el poder de destruir. Nosotros somos conscientes de eso y lo queremos evitar: si un día alguien quiere destruir la autonomía de Cataluña que lo haga de frente y con franqueza, y no por la vía solapada de estrangularla económicamente.

Fragmento del Preámbulo del Estatuto de Autonomía de Cataluña de 2006 que levantó más polémica en España, y que fue finalmente admitido por el Tribunal Constitucional en julio de 2010, tras puntualizar que, en cuanto preámbulo, carece de fuerza de ley.

El Parlamento de Cataluña, recogiendo el sentimiento y la voluntad de la ciudadanía de Cataluña, ha definido de forma ampliamente mayoritaria a Cataluña como nación. La Constitución Española, en su artículo segundo, reconoce la realidad nacional de Cataluña como nacionalidad.

El Mundo, vocero de la causa contra el nuevo Estatut, reproduce un documento independentista catalán sobre el discurso de la Pascua Militar que el teniente general José Mena Aguado pronunció el 6 de enero de 2006 en la capitanía de Sevilla, donde invocó el artículo 117 de la Constitución para reclamar la intervención del ejército contra Cataluña. El Mundo, 9 de enero de 2006.

Los generales golpistas españoles [...] que vuelven a tener ganas, como ya pasó en 1936, de asesinar a gente civil indefensa de etnia catalana, vasca o gallega, han de saber que esta vez no tendrán un Hitler o un Mussolini que les apoye y les envíe la Legión Cóndor a bombardear Guernica. Este teniente general idiota y subnormal forastero, J. Mena Aguado, que ha amenazado de muerte al pueblo de Cataluña, ha hecho un gran favor a la causa del Estatuto.

Como sucedería con el historiador Álvarez Junco, el Estatut posicionó en contra a los escasos intelectuales españoles que antaño habían manifestado sus simpatías por Cataluña. José Álvarez Junco, “Cataluña vista desde España”, El País, 15 de enero de 2006.

El texto respira, por otra parte, una mal disimulada animadversión contra España. La palabra misma, “España”, apenas aparece mencionada, salvo para definirla como un “Estado plurinacional” o para referirse a “los pueblos de España”; osadía notable esta de aprovechar un texto sobre uno mismo para definir al otro [...] . Por eso nos decepciona el texto que tenemos sobre la mesa.

Ignacio Sotelo, “Los mejores treinta años”, El País, 5 de marzo de 2006.

De las cuatro cuestiones que impidieron una convivencia en paz y libertad en la mitad del siglo XX -que llegaron a su cúspide en la crisis de la II República (cuestión militar, cuestión religiosa, cuestión social y cuestión nacionalista)- al inicio de la segunda restauración, la única que pervive, pero agravada, es la del nacionalismo periférico.

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Del dossier que una agencia británica confeccionó para que Javier de la Rosa pudiera chantajear a Mario Conde. En Ernesto Ekaizer, Banqueros de rapiña. Crónica secreta de Mario Conde, Plaza & Janés, Barcelona, 1994, Apéndice I.

[...] Conde recibió inicialmente el beneplácito del gobierno socialista de Felipe González, que veía en ello una oportunidad de desplazar a la vieja guardia que controlaba gran parte del sector bancario e indirectamente las principales industrias del país. No solo pertenecientes a la era de Franco [...]

[...] Cuando Carlos Solchaga [ministro de Industria de Felipe González] se enteró de las negociaciones en Milán para vender Antibióticos a Montedison, se dice que “se sintió traicionado por Conde”, con el que había negociado y al que había hecho importantes concesiones económicas. [...] La venta de Antibióticos pondría fin al sueño de crear una empresa farmacéutica multinacional española, un sueño alimentado por Solchaga y por el gobierno. Conde estimuló y explotó este sueño hasta que llegó el momento de vender. [...]

[...] Conde en los niveles medio y bajo del gobierno saca todo el provecho posible de los funcionarios corruptibles.[...] Teme ahora el gobierno que haya creado un monstruo que sea incapaz de gobernar.

José María Aznar, líder de la oposición conservadora, expone las líneas generales de su política internacional. José María Aznar, España: La segunda transición, Madrid, Espasa Calpe, 1994, p. 151.

Es la existencia de un proyecto nacional el que aglutina y vertebra la dirección de una política ambiciosa, en el interior y exterior del país. Una nación desvertebrada interiormente carece de peso internacional; si se carece de una cohesión nacional interna, se navegará sin rumbo en el escenario internacional.

Una cierta tendencia al ensimismamiento que hemos padecido impide contemplar con objetividad el valor de España como una potencia con mayores capacidades en el concierto internacional. [...]

[...] Los factores de estabilidad política, los nuevos espacios económicos y los nuevos equilibrios de seguridad son hoy mucho más complejos que en la época de los bloques que dominó la guerra fría. Ante ellos España tiene que saber reaccionar y contribuir activamente a la creación de un nuevo modelo de relaciones internacionales, cuyos ejes políticos han de ser: una sociedad abierta, la defensa universal de las libertades y los derechos humanos, el comercio libre en un mercado global, una seguridad regional y el desarrollo de la ciencia, la tecnología y las telecomunicaciones. Para las naciones y sus ciudadanos la duda hamletiana del ser o no ser se dilucida en el escenario internacional. El desarrollo de las naciones está vinculado a su peso en el mundo.

José María Aznar, recién elegido presidente de gobierno en 1996, publica sobre su experiencia política. “Años de esperanza”, Historia de la democracia (1975-1995. Veinte años de nuestra historia), El Mundo, Madrid, 1996, cap. 48, p. 925.

El objetivo de 1990 fue organizar el partido como una estructura más acorde con los tiempos políticos: que el PP empezara a funcionar como una máquina electoral en todas las provincias, que tuviera una sólida estructura de pensamiento político trasladada a todos los centros con representación del PP, y que diera un definitivo paso al centro político. Es decir, una buena organización, una buena oposición parlamentaria y un decidido empeño en recuperar el centro.

Siempre dije que los países se gobiernan desde el “centro”, lo que significa gobernar desde la moderación. En este año comenzó lo que llamamos internamente “el viaje al centro”. [...] “Centrados con la libertad” era más que un eslogan.

«Documents complementaris»Recollit per a l'Atlas de historia de España, Larousse, Barcelona, 2012