los patines del nuevo mundo

Un patinador emerge junto a los coches en la calzada de la Quinta Avenida de Nueva York

Los patines del Nuevo Mundo

Lluís Cànovas Martí  /   3.4.1980

Llegaban bajo el marchamo de la calidad, deslizándose sobre un suelo de junturas perfectas y securit a tope que descartaba definitivamente las posibilidades de los empedrados del sesenta y ocho. Y venían a ofrecerse a los pies de esa chica mona que dentro de dos meses, cuando vea Ten (Diez, la mujer perfecta), correrá a cambiar sus rizos de sacrificado paraguas por trencitas Bo Derek, pero que mientras tanto se conforma, por todo adobe, con aliviar la tensión del arco de su empeine abandonando a ratos el dardo del tacón de sus botas de siete pisos por las tododemocráticas adidas. Y a fin de cuentas venían a ser los mismos patines de siempre, sólo que más suaves, feliz adaptación de las posibilidades técnicas y usuales aditamentos plásticos a la nívea evanescencia del medio juvenil que se los apropiaba, desconocedor de que el novedoso artilugio se revelara por su escasa novedad, algo así como los patines de nuestra infancia remedaron sin saberlo la experiencia rodante de nuestros abuelos a comienzos de siglo.

Llegaban porque la vanguardia dictatorial de Beverly Hills los impuso, y cruzaron el charco hasta el Viejo Mundo quién sabe por qué extraños caminos: una incursión en las discotecas del marcopoliano Queen Elizabeth II, modelo de camarotes de setenta mil dólares y American way of life que completaba este mes su primer periplo alrededor del mundo, las actuaciones de Earth, Wind and Fire y The Jacksons en el film Skatetown USA, de William A. Levey, o simples imágenes de Studio's 54 en las revistas de mayor difusión.

Lo cierto es que esta vez los patinadores pasaban de todo, y en París, en Viena y Londres, en Barcelona y Madrid, abandonaban sus ghettos de portland con barandilla en el parque para lanzarse decididos a recuperar espacios urbanos antaño vedados a ese uso. Y en esa actividad circulatoria empleaban al principio la misma forzada naturalidad con que, durante los sesenta, los vanguardistas se exhibían en sus happenings, a menudo también sobre patines. Y si durante años escenas como ésa resultaron impensables, no había momento del día o de la noche en que un observador medianamente desinformado e ingenuo no pudiera llevarse la sorpresa de ver aparecer con su característico contoneo y sinuoso paso a uno de ellos en la acera más lisa, la boutique más desenfadada, la fiesta más mundana, el corredor de facultad más largo... o circulando junto a los coches en la más polucionada de las calles.

Lluís Cànovas Martí, «Los patines del Nuevo Mundo»Escrit per a Vela de armas (Anuario 1980), Difusora Internacional, Barcelona, 1981