Fernando Abril Martorell

Lluís Cànovas Martí  /  4.3.1998

Ministro y vicepresidente de los gobiernos de Unión de Centro Democrático (UCD), fue el brazo derecho del presidente Adolfo Suárez durante la «transición democrática». En esa etapa decisiva negoció con la oposición socialista la política de consenso que condujo a los Pactos de la Moncloa de 1977 y a la aprobación del texto de la Constitución Española de 1978, embarrancado por las discrepancias durante la fase de tramitación.

Fernando Abril Martorell (Valencia, 31 de agosto de 1936-Madrid, 16 de febrero de 1998) pasó la mayor parte de su vida entre Madrid y Segovia. En la capital española, cursó estudios superiores en la Escuela de Ingenieros Agrónomos y en la Facultad de Ciencias Económicas. Obtuvo el título de ingeniero agrícola en 1960 y el doctorado cuatro años más tarde. Segovia fue el destino decisivo de su vida, al que se trasladó poco después por razones profesionales: ingeniero jefe del Instituto de Reforma y Desarrollo Agrario (IRYDA). Allí conoció a su futura esposa, Marisa Hernández, la madre de sus seis hijos, y también a quien iba a convertirse en su gran compañero de inquietudes políticas, Adolfo Suárez, a la sazón gobernador civil de la provincia. En 1969, Suárez fue su valedor para el acceso al cargo de presidente de la Diputación Provincial segoviana. Aunque un año más tarde su currículo profesional lo devolvió a Madrid, para ocupar el estratégico puesto de director técnico del Fondo de Ordenación y Regulación de Producción y Precios Agrarios (FORPPA), trampolín, en las postrimerías del franquismo, de su siguiente nombramiento como titular de la Dirección General de Producción Agraria, que aunaba a sus condiciones de tecnócrata las de su supuesta fidelidad a la doctrina del Movimiento. De talante reformista, patente hasta ese momento en la militancia ejercida a través de Acción Católica, se volcó, a raíz de la efímera Ley de Asociaciones Políticas del régimen, hacia la Unión del Pueblo Español (UDPE). Esta trayectoria personal fue, en 1976, su aval para el puesto de senador por designación real y para el desempeño de la cartera de Agricultura en el primer gobierno de Adolfo Suárez. Más importante resultó su papel en el siguiente gabinete, cuando tras las primeras elecciones generales, celebradas en junio de 1977, obtuvo la Vicepresidencia Tercera, de Asuntos Políticos, y apareció como el alter ego de su valedor, interviniendo de modo decisivo en las arduas negociaciones sobre el proceso autonómico con las distintas fuerzas políticas y, en su condición de valenciano y acérrimo nacionalista español, vetando la posibilidad de federaciones territoriales susceptibles de proporcionar el marco institucional de los Països Catalans reivindicado por el nacionalismo catalán: él veía dicha reivindicación como una propuesta de «paranoicos políticos» y sostuvo que «el catalanismo es un cáncer que hay que extirpar» de Valencia, convicciones que, durante esa etapa, le llevaron a convertirse en el principal instigador del anticatalanismo en dicha comunidad. En enero de 1978 presidió la comisión mixta encargada del traspaso de competencias a la Generalitat de Cataluña y al mes siguiente sustituyó a Enrique Fuentes Quintana en la Vicepresidencia Segunda y en la cartera de Economía del gobierno, completando la señalada labor negociadora en torno al texto constitucional. Cabeza de turco de todas las conjuras internas lanzadas por las distintas corrientes integradas en la UCD, que en cuanto «segundo» del partido lo veían como un enemigo a batir, fue blanco de frecuentes chascarrillos relacionados con sus intervenciones públicas y recibió el mote de «Fernando el caótico». Se vio obligado a dimitir del gobierno en septiembre de 1980, rubricando un oscuro proceso de ruptura política que lo alejó de su viejo amigo. Se mantuvo sin embargo en la presidencia de la UCD valenciana y conservó el acta de diputado que había conseguido por esa circunscripción provincial en marzo de 1979. En pleno estallido de la crisis del partido centrista, acelerada por la derrota electoral de octubre de 1982, en la que también perdió su escaño, abandonó la política para dedicarse al mundo de la empresa: presidente de Unión Naval de Levante en 1983, consejero del Banco Central desde 1987, y su vicepresidente desde 1988, presidente de Aguas de Valencia y Omnium Ibérico, vocal de Cepsa, consejero de Ertoil... En 1990 el gobierno socialista lo nombró presidente de la Comisión de Análisis y Evaluación del Sistema Nacional de Salud: al año siguiente, el Informe Abril resultante proponía el luego vituperado «medicamentazo» y la libre elección de médico, que recibió la entusiasta acogida de los sindicatos médicos. Esta última fue la razón de que en 1995 el ex ministro fuera requerido como mediador en la huelga de los médicos del Insalud, saldada «felizmente» como triunfo personal de Abril. El cáncer de pulmón que lo llevó a la muerte unió en sus exequias a sus antiguos amigos y enemigos para cantar los merecimientos personales de quien había jugado sus cartas en momentos históricos tan decisivos para todos.

Lluís Cànovas Martí, «Fernando Abril Martorell»Escrit per a l'Anuario 1998, Editorial Océano (projecte suspès), Barcelona